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Los Ángeles

La entrada principal del Teatro Palacio de Los Ángeles
La familia Rivas

A duras penas, la familia Rivas llegó a Los Ángeles por tren en septiembre de 1923, y pronto sentó cabeza en una casa a la esquina de las calles 7ª y Soto. Viajando con varios baúles y todo el equipaje posible, habían desmontado las obras de arte de sus marcos en México, y enrollaron firmemente los lienzos para así transportar todos los que pudieran. Candelario se llevó sus ahorros líquidos de oro en un cinturón grueso que se puso durante todo el viaje. La familia había pensado en mudarse a Monterrey, México, y luego a la ciudad de Nueva York, pero es probable que la presencia en Los Ángeles de arzobispos exiliados que Candelario conoció atrajera a la familia hacia la Ciudad de Los Ángeles.

Candelario frente a un museo en San Francisco

Herlinda sobre todo extrañó tanto a sus criados fieles como a su tierra natal, y lloró todas las noches durante el primer mes. Candelario le aseguró que regresarían dentro de dos años, pero los asesinatos continuos de líderes católicos claves durante la presidencia de Plutarco Calles prohibieron que la familia jamás regresara. Dos semanas después de su llegada a Los Ángeles, Herlinda dio a luz a Carmen Gudelia, su último hijo, y Candelario empezó a comunicarse con los arzobispos que había conocido en México. Candelario, Herlinda y la familia habían estudiado el idioma inglés con un profesor particular británico en Salamanca, y creyeron que lo hablarían bastante bien en los Estados Unidos. Sin embargo, no comprendieron casi nada del inglés norteamericano, y empezaron a aprender, una vez más, el nuevo idioma.

Candelario disfruta una caminata invernal con la familia

En poco tiempo, Herlinda empezó a asistir a clases de cocina cerca de la casa, y con el nacimiento de Carmen, Candelario introdujo a una criada al hogar para ayudar con el quehacer, pero jamás con los niños.

Herlinda al mar en Punto Fermín

El trabajo para el maestro de las Bellas Artes fue diferente en el nuevo país. Candelario estaba acostumbrado a ganar comisiones sustanciales, pintando murales con la demanda continua de nuevos adornos artísticos para las iglesias nuevas, y además pintando retratos patrimoniales para la gente de bien. Es cierto que había muchas iglesias en Los Ángeles, pero nada más una pequeña parte de lo que había en los estados coloniales mexicanos. Y debido a que el arquidiócesis nunca había fundado una escuela para artistas eclesiásticos, era poco probable que las pocas iglesias que se estaban restaurando fueran diseñadas para grandes murales. Sin la fama con que contaba en México, era difícil para Candelario encontrar trabajo pintando retratos. Sabemos que a los pocos meses de haber llegado a Los Ángeles, Candelario renunció a una oportunidad para invertir dinero en terrenos en el Valle de San Fernando, los cuales hubieran rendido altas ganancias. En lugar de invertir, compró un estudio fotográfico frente a la Iglesia de la Placita en el centro de Los Ángeles. Dentro de tres años, durante los cuales Candelario buscó sin cesar trabajo en las Bellas Artes, él había trasladado su estudio a la casa familiar.

José compró un nuevo “Modelo-T” del año 1926 para la familia
Herlinda y Candelario se toman una foto frente a su casa en Los Ángeles

Su primera gran oportunidad ocurrió cuando los sacerdotes franciscanos se pusieron en contacto con Candelario para que pintara varios grandes murales para su nueva Iglesia de San José en el “distrito indumentaria” de Los Ángeles. Esto le proveyó a Candelario buena publicidad, y dentro de pocos años obtuvo una comisión para rendir muchas obras artísticas para la Iglesia de la Placita. Muy desafortunadamente, ambas iglesias eran destruidas a causa de incendios y terremotos, y quedan muy pocas fotografías de las obras.

Casi todas las comisiones artísticas que Candelario había llegado a asegurar para sí mismo eran pedidos para copias de las obras clásicas europeas, así que nos quedan pocas de esas obras originales de ese periodo.